Pero lo hace con un secreto: las prepara con ingredientes 100% naturales, sin manteca y no las fríe sino que las hornea para que sean intrínsecamente livianas.
Con la baja en las temperaturas y de la mano de su chef y socio Eduardo Quezada, la panadería artesanal La Farola, acaba de inaugurar la temporada de sopaipillas. Pero no cualquier sopaipilla: siguiendo la propia tradición de esta panadería, Eduardo las prepara horneadas.
“Como muchos de los productos que tenemos en La Farola provienen de recetas de mi abuela Monona, en el caso de las sopaipillas ocurrió lo mismo. Andaba en búsqueda de algo que realmente retratara ese sabor tan clásico de las casas chilenas. Algo sencillo, sin giros creativos o parafernalias muy modernas. Y encontré en uno de los tantos libros de recetas de la Monona una bastante sencilla. Como estas recetas eran de las cosas que comieron mis tías, le pregunté a una de ellas (la hija menor de mi abuela) qué particularidad recordaba ella de las sopaipillas y me dijo que la clave es que las hacía en el horno para que no fueran tan pesadas ni calóricas”.
Con su tía exploró cómo poder hacerla más liviana aún, y llegaron “a una receta llena de sabor, con zapallo natural y sin manteca. Ideales para ser consumidas pasarlas con chancaca o con pebre. Por su cocción y ausencia de manteca son esponjosas y muy agradables para un picoteo”, agrega Eduardo Quezada.
Las sopaipillas de La Farola se preparan en general a pedido o los días de lluvia, “como dicta la tradición familiar, de la que tanto nos gusta ser parte”, remata el chef.