«Comer es traspasar fronteras, transgredirlas incluso sin pasaporte y, con ello, es también transformación del espacio que solemos llamar “interior”» Valeria Campos
¿Comemos la comida o lo que esta representa? ¿Qué papel juega la comida en la constitución de nuestras identidades, tanto individuales como comunitarias? ¿Por qué aparecen y desaparecen determinadas preferencias alimentarias en unas culturas y no en otras? ¿Qué significa la sustitución del cuerpo de dios por pan y vino en la liturgia cristiana?
Hasta ahora, la tradición filosófica no se había hecho cargo de una de las prácticas cotidianas más extendidas: la alimentación. Sin embargo, las metáforas sobre la comida plagan tanto la filosofía popular como la analítica: partiendo de la idea de que «somos lo que comemos», el comer se ha convertido en una práctica tan importante como pensar.
Siguiendo los pasos de Jaques Derrida, Valeria Campos identifica en su nuevo libro la experiencia de comer como un foco vertebrador en la configuración de nuestras identidades tanto individuales como colectivas.
En comer/pensar, Campos pone en diálogo tanto a la filosofía y la antropología como al psicoanálisis y abre nuevos caminos para la construcción de futuras «filosofías del comer» que conciban la alimentación como una experiencia «dislocada» que configura la relación onto-epistémica y ético-política de los sujetos.
No podemos seguir obviando la importancia de la alimentación en la configuración de nuestra relación con nosotros mismos y nuestro entorno.
COMER COMO PUENTE ENTRE EL YO Y EL MUNDO
Dos fenómenos serán los protagonistas en el estudio de Victoria Campos: a nivel individual, el principio de incorporación; a nivel colectivo, la comensalidad.
A nivel individual, todo acto alimentario genera un movimiento de transformación bidireccional: por un lado, cambia el alimento, se transforma en nosotros, y por otro lado cambiamos nosotros, transformándonos en nuestros alimentos, incorporándolos. Cuando comemos, sostiene Campos, incorporamos no sólo un alimento sino también lo que pensamos y decimos sobre lo que comemos. Ampliamos nuestra interioridad a partir de la comida.
A nivel colectivo, «la comunidad está estructuralmente unida, en su lógica y en su dinámica, a la comensalidad», al comer juntos. Comemos e incorporamos lo otro, el mundo, la alteridad del resto de seres humanos que confluyen en el mismo entramado social. Por lo tanto, la comida media la dialéctica entre el yo y el otro, entre el sujeto y su realidad social, transformando al sujeto respecto a su individualidad y su lugar en la comunidad.
En definitiva, para Campos, la experiencia de comer es de todo menos inocua: «el alimento es más que un instrumento». Comemos y «cada vez» rompemos y renovamos un pacto con nuestra identidad y la de la comunidad. La comida se vuelve la posibilidad de trazar una frontera entre lo interior y lo exterior de una cultura, así como lo interior y exterior de un cuerpo individual. Comer es un «acto fronterizo».
EXTRACTO DEL LIBRO
La idea de compartir una sustancia, de tener parte en una sustancia común, está a la base de estas meditaciones. Pues no se trata ya de ser una misma sustancia, sino de adquirirla mediante la ingesta alimentaria. El comer el mismo pan, el mismo animal totémico, el mismo padre, permite pensar una unión que, si bien es necesaria para instituir lo común, está siempre, como posibilidad, contingentemente dada.
Pues aunque comer es una práctica necesaria para la supervivencia y, por tanto, está biológicamente condicionada, el cómo ocurra cada vez el acto alimentario está rodeado de más azares y eventualidades de las que quisiéramos.
En nuestra tesis, no se nace teniendo parte de la misma sustancia con otros, sino que dicha participación se crea y se recrea cada vez. Léase, cada vez de forma distinta. El intervalo temporal que separa cada vez de la anterior y de la que le sigue, introduce ya una diferencia irreductible que impide la total ontologización del ser en común, es decir, su fijación como estructura invariable de nuestro ser.
A esto hay que sumarle que, por más que la comensalidad sea una lógica, una estructura arquitectónica del ser en común y, por tanto, cercana a lo que los filósofos llamamos principio trascendental, cada alimento, cada pan, cada copa de vino no es sino una cosa entre otras, un ente en el sentido más vulgar, un elemento óntico y no ya ontológico, para utilizar nomenclatura heideggeriana.
LA AUTORA
Valeria Campos (Santiago de Chile, 1982), doctorada en Filosofía, es actualmente profesora e investigadora en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Especializada en ética y filosofía del derecho, investiga sobre la relación entre violencia y discurso, especialmente en la filosofía de Emmanuel Levinas y Jacques Derrida.
Es, además, pionera en ligar la alimentación con la filosofía –no solo como académica sino también como productora cultural en distintos formatos y medios–, lo cual le llevó a desarrollar el proyecto Fondecyt Postdoctoral «Políticas del gusto y estéticas de la alimentación. Génesis y estructura sobre los discursos filosóficos sobre el comer y degustar».
Otras obras de la autora
- (2017) Violencia y fenomenología. Derrida, entre Husserl y Levinas. Santiago: Metales pesados.
- (2018). Transacciones peligrosas. Economías de la violencia en Jacques Derrida. Santiago: Pólvora.
- (2020). Comenzar con el terror. Ensayos sobre filosofía y violencia. Buenos Aires: Prometeo.
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