Recientemente, fui al nuevo restaurante Diablo Vino & Fuego ubicado en el quinto piso del MUT. Fue durante esta visita que realicé algunas observaciones que comparto en este artículo como profesional del mundo vitivinícola.
La cocina está inspirada en el fuego donde carnes y vegetales se asan a la vista de los comensales. Las cartas impresas (se agradece que no haya códigos QR a escanear) se dividen en una para comidas y otra para bebidas, siendo ambas muy atractivas por su diseño y contenido. Y la propuesta gastronómica es original y nutrida, partiendo por el rico pan con harina de maqui y una salsa con merquén para untar muy sabrosa.
Para comer optamos por el formato de tablas: una pensada para acompañar vinos blancos y otra para acompañar tintos ligeros. La primera tenía un buen equilibrio entre frutos del mar, frutos secos garrapiñados, chutney de manzana y quesos maduros. Estos últimos, excesivamente, salados para mi gusto, lo que va en contra de la regla de maridaje de no sobrepasar en intensidad al vino. De la otra tabla destaco, por la novedad, el cremoso de castañas de cajú.
Otra preparación que pedimos fue el carpaccio de jaiba sobre milhojas de papas, simplemente, exquisito.
Los vinos son, obviamente, en un 90% de Concha y Toro, siendo los principales los Casillero del Diablo y su extenso portafolio, que se extienden hasta sus íconos como Carmín de Peumo y Don Melchor.
Además, hay unos diez vinos “invitados” (así se los llama en la carta) que son vinos de pequeñas producciones y proyectos independientes. Nunca habrá como invitado vinos de otras Viñas grandes.
Nuestra elección de vinos consistió en un vino de Concha y Toro, el Chardonnay Amelia y los otros del grupo de los invitados, Riesling Trapi, Naranjo de Cárabe de Itata (mezcla de Semillón y Moscatel), Cinsault Aurora del Itata y Garnacha JP Martin.
La gran novedad y atractivo es el Wine Dispenser, a disposición para ser operado por los clientes. Premunidos de una tarjeta donde se va cargando el valor correspondiente, se puede elegir las veces que quiera ¡y que el presupuesto lo permita!, dentro de una treintena de botellas en volúmenes de 50, 100 o 150 ml.
En esta modalidad de servicio también hay vinos “invitados” que, según nos señalaron, irán cambiando en el tiempo.
Lamentablemente, en esta ocasión no habían más de seis vinos de este tipo y varios espacios sin las botellas. También puede ocurrir que, elegido un volumen de servicio, no quede suficiente vino en la botella para completarlo y como se carga el valor en la tarjeta es importante la asistencia oportuna para completar la copa.
Sin duda que esta máquina dispensadora de vino por copas es un gran acierto ya que invita a explorar y descubrir etiquetas, y despierta la curiosidad de los comensales.
En cuanto al ambiente, es un poco oscuro, animado y, como estaba lleno, había bastante ruido por lo que se debía hablar fuerte para ser escuchado. Las personas a cargo del servicio, muy atentas y bien informadas.
En el contexto actual donde el consumo de vino enfrenta una clara desaceleración, se agradece una apertura como Diablo Vino & Fuego que abre una puerta para atraer nuevos consumidores, apostando por una experiencia relajada y accesible, acompañada por una gastronomía creativa de buen nivel.
Eso sí, para profesionales del vino y consumidores más avanzados, la experiencia puede sentirse limitada, ya que la oferta está concentrada en la línea Casillero del Diablo, dejando poco espacio para explorar otras etiquetas.
Por Adriana Cerón, enóloga, fundadora de EUDORAVINOS