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Natty Pinto, Sommelier: «El clasismo y el machismo se cuelan por las rendijas del corcho»

natty pinto

Soy Natty Pinto, relacionadora pública de formación, sommelier de vocación y parroquiana de la mesa larga. Nací en Curacaví, tierra de chicha, licores caseros y uva cortada al sol. Mi abuelo fue mi primer maestro sensorial: entre botellas y tinajas me enseñó que el vino empieza antes de la vid.

Mi carrera como sommelier comenzó en Brasil, donde viví por más de una década entre Recife, Río y São Paulo. Formé parte del Grupo Vanzetto de la chef Renata Vanzetto y tuve el privilegio de liderar proyectos como el lanzamiento de Bodegas RE en Clementina SP, uno de los bares de vinos más queridos de la ciudad. Proyectos pequeños en NYC y Madrid.

En Chile trabajé en hotelería y en el restaurante Boragó, incluido en la lista de The World’s 50 Best Restaurants, trabajé de forma intermitente entre 2022 y 2024. Estar en un lugar como Boragó te exige y transforma. No sólo por el nivel de precisión técnica y estética, sino por el respeto absoluto que Rodolfo Guzmán tiene hacia el territorio y maritorio chileno. Allí aprendí a leer la cocina como una herramienta de conciencia y no sólo de disfrute.

Mi salida fue por motivos personales que no tienen relación alguna con la calidad del proyecto, sino con procesos propios que necesitaban atención.

Lo que más destaco de este oficio es:

El poder de comunicar desde el origen. Ser sommelier no es saber más, es traducir lo complejo en cercano. Es escuchar, conectar y compartir. Es defender lo invisible.

Mi vino favorito es:

Depende del día. Amo los blancos que me explotan el cerebro como un Pouilly-Fumé o un Châteauneuf-du-Pape blanc. Pero también soy devota de los tintos con carácter, donde la uva brille más que la madera, y que la acidez no me de acidez.

Mi mejor maridaje ha sido en:

En Olinda, Pernambuco. Tapioca rellena con queso coalho y guayaba caliente, maridada con un vinho verde con un poco de aguante. Era calle, humedad, dulzor y samba.

Mi peor experiencia:

Me ofrecieron un trabajo sólo si aceptaba “no opinar tanto, porque en vino los hombres saben más”. El clasismo y el machismo se cuelan por las rendijas del corcho.

¿Tinto, blanco o rosé?

Me encantaría decir “todos”, pero si tengo que elegir, los blancos salinos, minerales, sin maquillaje, me fascinan. Aún así, mi lugar seguro siempre será un tinto que hable por la uva y no por la barrica. Me gustan esos tintos que no necesitan gritar para ser profundos, que tienen carácter sin acidez desbordante, que acarician más que golpean.

¿Qué cosecha?

Si hablamos de años, 2011 y 2018 me han dado grandes momentos. Pero si pienso en Chile, adoro las cosechas difíciles del Itata, Biobío y Maule, donde el clima pone a prueba la experiencia y el carácter del productor.

En mi último viaje a Santa Ana, salí particularmente conmovida por lo que probé. Hay algo ahí que aún no nos han contado del todo.

Un lugar a destacar por su forma de hacer vino:

El sur profundo de Chile. Itata, Maule, Biobío. Hay fuerza campesina, dignidad silenciosa y vinos que se hacen más con la memoria que con la técnica.

Lugares destacados para comer y beber en Chile:

En Concepción, Santo Aire Restobar, Rabbo. En Rancagua: Comedor Popular. En Ovalle: Fuente Toscana. En Santiago: Pulpería Santa Elvira, Hasta Que Te Encontré, Vermutería, El Palacio del Poroto, Misceláneo, El Sindicato. En Valparaíso: Tres Peces, Los Deportistas y Las picás de Barrio Puerto: Doris, puerto divino, portoviejo, el morena.

Admiro el trabajo de:

Vania Araneda: agitadora, sommelier y principal responsable del boom del vermut de autor en Chile. Eleva el servicio con elegancia.

En Brasil, admiro profundamente a Daniela Bravin y Cassia Campos, dueñas de la Sede 261. Compartimos momentos memorables, incluyendo una cata improvisada en Madrid con un brandy Bonaparte Pepe Botella de 1845. Juntas son pura potencia.

 ¿Cómo ves el mundo de la sommeliería en Chile?

Falta mucho. Hay más representación, pero escasa protección. No existe un gremio real que regule condiciones ni un marco que valore al sommelier como profesional integral.

¿Se ve prometedor? Sí. Pero necesitamos más formación, más unión y sobre todo, más educación para el público general.

¿Tu próximo paso?

Estoy desarrollando un espacio en el barrio Lastarria que une vino, educación, arte, goce y diversidad.

No será solo un bar: será un punto de encuentro. Un lugar para aprender desde la copa, compartir relatos, generar comunidad y, por supuesto, pasarlo bien. Habrá vinos para quienes buscan lo clásico, lo chascón y lo punky. Quiero crear un lenguaje más accesible, sin bajar el nivel, pero abriendo puertas para quienes aún creen que el vino no es para ellos.

¿Realizas cursos, talleres, asesorías?

Sí, realizo clases privadas y talleres abiertos sobre vinos chilenos y del mundo, tanto en español como en portugués. También asesoro proyectos gastronómicos, bares, restaurantes y tiendas especializadas, siempre con foco en la coherencia entre propuesta, narrativa y experiencia.

Por Caro Aliaga M.

Imagenes: Cedidas.

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